Por Samuel Saldaña.

Decenas  de ramos de flores se depositan diariamente desde la beatificación de este santo de nuestros días, Juan Pablo II, al rededor de la escultura que el Maestro Carlos Terres modelo de este testigo verdadero del amor de Cristo, que nos enseño como se vive la fe y como se defienden los valores cristianos, que nos dio en su ejemplo un camino para transitar por la vida sin complejos y sin miedos, con valentía y coherencia.

Al Maestro Carlos Terres y a su familia le toco estar en la primera venida del Papa a Mexico, el helicóptero que lo transportaba descendió a una cuadra de la casa de sus suegros en la colonia independencia, cerca del estadio Jalisco donde se llevaría a cabo una reunión multitudinaria,  Elvia su esposa que estaba embarazada se impresiono de tal forma que perdió por momentos el conocimiento, ese niño que nacería meses mas tarde, lleva ahora el nombre de Juan Pablo, como no iba a modelar el rostro de este Papa, el Maestro Terres, de una forma magistral.

La escultura de tamaño natural, que el Maestro Carlos Terres  modelara y vaciara en bronce con el procedimiento de la cera perdida, comisionada por el entonces Sr. Cura Jose Luis Aceves,  deja un testimonio de  agradecimiento,  al Pastor que sabia leer la presencia de Dios en cada uno a los que dirigía su mirada, un Pastor  que se comprometía a evangelizar en todo el mundo y en todas las lenguas, Terres lo presenta jovial, fuerte y con una sonrisa bendiciendo y anunciando la palabra de Dios a todo aquel que este en su cercania.

Esta escultura es un canto al ejemplo de amor, de humildad, de valentía… pero, ante todo, el ejemplo del sufrimiento. Es un recuerdo a aquel disparo al Papa y a su actitud: «Rezo por el hermano que me ha herido, al cual he perdonado sinceramente. Unido a Cristo, sacerdote y víctima, ofrezco mis sufrimientos por la Iglesia y por el mundo». palabras del Papa en su convalecencia en el hospital.

Esta escultura es un reconocimiento al ingreso de la iglesia en el  tercer milenio: «Quisiera hoy expresar mi agradecimiento por este don del sufrimiento… He comprendido que he de introducir la Iglesia de Cristo en este Tercer Milenio con la oración y con diversas iniciativas, aunque esto no basta: es necesario hacerlo con el sufrimiento, con el atentado de hace trece años y con este nuevo sacrificio»

Esta escultura es un homenaje al deportista que terminaría con bastón en mano y en silla de ruedas, el hombre que se encorvaría y terminaría por dar su bendición sin habla,  en silencio, a aquel que ni el parkinson ni las recomendaciones de los médicos impidieron que siguiera con su predicación, con sus sonrisas y su trasparencia, aquel que con inmenso amor cargara su cruz  trasformando el sufrimiento en un acto de amor.

  Beatus Ioannes Paulus PP. II, ruega por nosotros.